Acuíferos en Argentina

La mitad de Argentina se abastece de acuíferos invisibles, que son cruciales en zonas áridas y semiáridas, según estimaciones de expertos.

Más allá del acuífero Guaraní, un extenso sistema subterráneo de agua dulce que comparten Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, poco que sabe de estos recursos en un país que tiene riquezas hídricas muy visibles, como los ríos de la Cuenca del Río de la Plata, las Cataratas del Iguazú o los majestuosos glaciares de la Patagonia.

El Guaraní se hizo notorio por un plan de monitoreo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, “pero en Argentina hay otros acuíferos que se explotan mucho más” y sostienen economías regionales, aseguró a Tierramérica la doctora en geología Ofelia Tujchneider, de la Universidad Nacional del Litoral.

Puelches

Por cantidad y calidad de sus aguas, el más importante es el Puelches, que se extiende debajo de una parte de la provincia de Buenos Aires, en el este del país, Córdoba, en el centro, y Santa Fe, en el noreste.

Según el Atlas Ambiental de Buenos Aires, el Puelches tiene profundidades de entre 40 y 120 metros y aporta 9.900 metros cúbicos por día. Se encuentra entre el acuífero Pampeano, más superficial, y el más profundo Paraná, cuyas aguas son salobres y se emplean sobre todo en la industria.

En el este del país están asimismo los acuíferos Ituzaingó, Salto y Salto Chico. Y en la provincia de Neuquén, en el oeste de la austral Patagonia, depósitos subterráneos abastecen la explotación de hidrocarburos y la minería, dijo a Tierramérica el hidrogeólogo Mario Hernández, de la Universidad Nacional de La Plata.

En la austral provincia de Santa Cruz también hay acuíferos. Y en el noroeste, región árida y de escasas lluvias, esos depósitos subterráneos se recargan con agua de los ríos.

Las provincias occidentales de Mendoza y San Juan se abastecen, en primer lugar, de reservas subterráneas. Allí sí se conocen y se cuidan los acuíferos, sometiéndolos a controles periódicos, porque la producción vitivinícola local depende de sus aguas.

“Las aguas subterráneas son clave en zonas áridas y semiáridas. De lo contrario se requerirían grandes obras de ingeniería para llevar agua de riego o uso residencial”, explicó Tujchneider.

Son abundantes, de muy buena calidad, suelen estar más protegidas de la contaminación y pueden hallarse en grandes volúmenes incluso debajo de tierras áridas, desertificadas o desiertos.

La Cuenca del Plata representa el 85 por ciento de los recursos hídricos superficiales de este país, según el libro “Agua: Panorama general en Argentina” de la organización no gubernamental Green Cross. Pero esa red fluvial está disponible solo para el 33 por ciento del territorio nacional, en el noreste, y fluye hacia el caudaloso estuario que le da nombre y que desemboca en el océano Altántico.

Agua potable

Buena parte del territorio restante es árido o semiárido, con zonas donde el agua disponible en un año no alcanza los 1.000 metros cúbicos por habitante, medida de escasez, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

El servicio de agua potable llegaba en 2010 al 82,6 por ciento de la población, hoy estimada en 41 millones de personas, en este país sudamericano.

Según el hidrogeólogo Mario Hernández, de la Universidad Nacional de La Plata, la mitad del país se abastece de acuíferos, que aportan riego para cereales, oleaginosas y arrozales y abastecen la actividad industrial, la minera y buena parte del consumo hogareño.

Pero, advirtió Hernández a Tierramérica, no hay mediciones ciertas ni estadísticas.

El único dato es un documento del Banco Mundial de 2000, que estimaba en un 35 por ciento la proporción de aguas subterráneas empleadas en riego, ganadería, industria y uso doméstico.

Tujchneider cree que el uso actual está “bastante por encima de aquel 35 por ciento”, sobre todo por el aumento del riego y de las siembras de arroz en los últimos años.

Pero, al no conocerse esta riqueza, hay peligro de que se contamine con agroquímicos, desechos industriales o aguas servidas o de que se la explote más allá de su capacidad de recarga.

El agua que guarda un acuífero puede estar allí desde hace mucho tiempo. Si se la extrae sin límite, puede agotarse, como ya sucede en Mendoza, advirtió Tujchneider.

Según Hernández, los acuíferos están “más protegidos de la contaminación que las aguas superficiales”, pero “son más frágiles y, una vez que se contaminan, son mucho más difíciles de sanear que los ríos”.

“Falta conocimiento… No se los valora ni se enseña sobre ellos en la escuela. Los niños creen que la historia del agua comienza en la ‘canilla’ (grifo)”, apuntó.

Plan

El Plan Nacional Federal de Aguas Subterráneas se propone terminar con esta invisibilidad, dijo a Tierramérica su coordinador, Jorge Santa Cruz, doctor en ciencias naturales que condujo los estudios sobre el acuífero Guaraní. El primer paso son talleres de diagnóstico en las provincias, explicó.

Los objetivos del Plan, que depende de la Subsecretaría de Recursos Hídricos, incluyen una base de datos hidrogeológica para revalorizar los acuíferos como sitios de reserva de un recurso “conocido, predecible y confiable”, aunque no se vea. (Tierramerica / IPS / Marcela Valente)

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